domingo, 11 de abril de 2010

Septiembres: Presos del amor (crítica)



Luis Velasco (*)

En el cine como en todas las artes, el ser objetivos al abordar un tema es casi tan imposible como el esperar depender del puro azar. La simple decisión sobre dónde colocar la cámara para hacer una toma ya responde a una intención por parte del artista y por lo tanto su subjetividad, por lo que el azar realmente no existe bajo esos parámetros: todo es, en menor o mayor grado, fruto de una decisión. Cuando se decide abordar un tema, cualquiera sea este, a través del documental, las variables se acrecientan pues ya no se depende sólo de la subjetividad del artista, sino de la de aquellos personajes que se ha escogido para poder hablar del tema en cuestión. Entonces la perspicacia para reconocer a los potenciales personajes, en conjunto con la capacidad de improvisación y el trabajo dedicado, se vuelven herramientas indispensables si se quiere armar una historia coherente, atractiva y que, por sobre todo, ayude al público a sentirse identificado con lo que sucede en la pantalla.

Septiembres es el segundo largometraje documental del periodista español Carles Bosch, quien cosechó gran éxito mundial con su primer trabajo, Balseros del 2002 (incluida una nominación al Oscar) y que ha decidido en ésta su segunda película tocar un tema un poco más personal y no tan político: el Amor. Cada septiembre, en la prisión del Soto del Real en Madrid se lleva a cabo el Festival de la Canción, donde participan los finalistas de otras prisiones del país y donde el ganador se lleva 290 euros como premio. Los dos últimos festivales los ha ganado una presa mexicana que está encerrada por un error ingenuo, y es por éste error que ahora está separada de su familia. Con la ayuda de otros nueve personajes más, cada uno tan distinto como interesante, Bosch nos relata la rutina a la que se ven sometidos los que están encerrados y los que los esperan afuera, además de las búsquedas de los sujetos por llevar sus vidas con la mayor normalidad posible. Algunos esperan noticias del exterior mientras otros crean pequeñas relaciones intramuros, cargadas en iguales proporciones de romanticismo e ingenuidad, como si se trataran de noviazgos adolescentes. “Lo que pasa es que yo he visto muchas películas y pensaba que un atracador era pues….la verdad me quedé un poco sorprendida”, dice una reclusa de su novio, José Gardoqui, ex baterista de la banda española Burning en los ochentas, y que fue encarcelado por atracar bancos y por su adicción a la cocaína. Ambos son la pareja que más evoluciona durante el documental y nos muestran que lo único que hace sus historias distintas a las nuestras es que suceden tras los barrotes de una prisión. El punto es que con seguridad nos olvidaremos de este detalle, al punto de cuestionar nuestras propias ideas a cerca de la “insensibilidad” de los reclusos. Ese es el gran aporte de un muy buen documental.

Un argentino con dos secretos, un alemán que canta como Sabina, una española con once hermanos o un ex baterista asalta bancos son sólo ejemplos de la gran riqueza humana con la que cuenta Septiembres. Es a lo largo de un año que estas historias de amor se desarrollan, se construyen, se transforman, se refuerzan y se desbaratan; de septiembre a septiembre, de festival a festival, ocurren tantas cosas que no podemos dejar de pensar que por más reales que sean las historias, cada una es a la larga una pequeña gran película.
(*) Crítico de la revista Cinemas Cine

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