“Sigilo paciente, soledad de monte y altiplano, misterioso, ojos antiguos, voluntad constante para vulnerar el orden fijo, relator y hacedor de historias, espíritu en apronte, ética de transgresión, poseedor de un humor incomparable. Fue maestro, guionista, padre, videasta, poeta, esposo, hermano, escritor, amigo, fotógrafo, abuelo, amador de la tierra en sus magnificas circunstancias, dueño de una de las ternuras más indecibles.”
Juan Carlos Orihuela
Por: Luis Mérida Coimbra
Nacido en Roma el 19 de mayo de 1951, y vivido en el barrio de Sopocachi de Nuestra señora de La Paz de Ayacucho. Era un mozuelo con golondrinas de pólvora, granadas jugosas y sonrientes en la boca.
Desde tierna edad tenia encendido el fuego de la rebeldía que luego la hizo inmensa hoguera contra todas las tiranías, tuvo que huir de su colegio, de su país y marcharse a la ciudad de Buenos Aires donde estudio fotografía; proteger su vida contra el monstruo de la dictadura banzerista.
Fotógrafo desde que los dioses lo trajeron con su sonajera roja a esta viña. Gustaba fotografiar las contiendas y las cotidianidades. Caminaba las calles con su máquina de fotos, su melena a cuestas, sus grandes bigotes y su chiva mosquito.
Crédulo y practicante de la literatura, la que estudió con pasión en la Universidad Mayor de San Andrés, amén de provenir de una familia de lectores y escritores. Ganador del Concurso “Amalia Gallardo” con su video “De Paso”; también gano el premio nacional de cuento el año 2001 “Franz Tamayo” con “Delfín del Mundo” en la categoría cuento.
Todo lo confundía con la fabula, con la leyenda, con los mitos: todo lo explicaba en metáforas vivientes y de ardiente vocación de creer que la poesía estaba en las calles, en el taller, en los bares. Toda su memoria era un recurso desesperado de la vida para escapar de la muerte.
Era libre de todo, de comentarios de radio cocina, de los desdenes baratos, del chisme de la opaca sociedad; sus fuerzas del corazón eran más fuertes que los melodramas de la gente normal y con chatura espiritual.
Dedicó lo mejor de sí a componer y a desestructurar lo real, su afán era perderse más allá del mundo tangible, oscuro, objetivo y hacer con su fuego masculino una fecunda tierra espiritual, una factoría espirituosa; su conciencia era baudeleriana: “conciencia del pecado; conciencia de la lucidez, conciencia de la embriaguez, reflexión del vértigo, conciencia de la existencia”. Su mirada no reclamaba nada, hervía de alegría, fijaba la duración, fotografiando la existencia más allá de lo real posible, buscando la intangibilidad maravillosa. Guardaba el secreto entre sus bigotes que luego estallaban en solemne risa.
Trabajaba sin horario las 24 horas que le resultaban pequeñas, se lo veía en transdias y trasnoches haciendo lo que más amaba: la imagen, la figura representada, su semejanza y su apariencia. La reproducción del cuerpo en bella combinación de luces, sombras y palabras.
Lo vivimos hablando de la imagen, de lo sonoro, de la fotografía, de la literatura. Conversaba riendo y haciendo reír, porque detrás de sus grandes bigotes habitaba la ternura, la solidaridad, el entendimiento y la armonía de un ser insuflado por la angustia existencial, por el problema del otro, por el compromiso con su historia, por el drama metafísico del tiempo y la nada.
Tenía mirada fotográfica, mente despierta y ágil, manos de constructor, ojos con humus poético. Era un creador en perpetuo trabajo. Su fluir era vivo. Era un vencedor, un apasionado. Póstumamente se editó un libro con su guión literario para largometraje de ficción y el ensayo académico “Prisión y Muerte de Atahualpa: Una tragedia de equivocaciones”.
Su accionar en el video y la cinematografía fue fructífero. Indagaba el submundo antes que lo objetivo de los acontecimientos. Fue bendecido con el premio Coral en el Festival de Cine y Video de La Habana, Cuba, el año 1991, con su video “Por las vidas que vendrán”, junto con Néstor Agramont.
Y llegó la hora señalada a Pancho, habían quedado atrás los alacranes, los murciélagos, las mariposas, los festejos y los insomnios, murió en la ciudad de La Paz un martes 18 de febrero del año 2009.
Formó, junto a otros personajes de La Paz el Colectivo de Comunicación Antara, allá por los años 80; fue gestor del crecimiento del nuevo cine y video boliviano. Un aleluya fervoroso le rendimos al amigo esencial.
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