domingo, 12 de septiembre de 2010

La prima Angélica de Carlos Saura (crítica)




Claudio Sánchez

En La prima Angélica, Carlos Saura nos propone un encuentro con los recuerdos familiares, con un amor infantil y también con la propia historia de España. Saura plantea ver la sociedad española en un tiempo preciso, el año 1936, y se anima incluso a nombrar fechas más exactas, tal como el 18 de julio del 36, día en el que cae la Segunda República y se instala uno de los regímenes dictatoriales más nefastos de la historia contemporánea. En aquellos años Francisco Franco declaraba al mundo: "Estoy dispuesto a exterminar, si fuera necesario, a toda esa media España que no me es afecta."

Lo que diferencia a La prima Angélica de cualquier otra película que quiera representar la historia, radica en cómo el director decide abordar la memoria. Se trata de una aproximación intimista a partir de la mirada de Luis (José Luis López Vázquez), quien retorna a Segovia –lugar donde vivió en su infancia el inicio del régimen fascista de Franco– llevando desde Barcelona los restos de su madre para que descansen en el panteón familiar. El protagonista se reencuentra con su niñez, con las miradas de siempre, con algún amigo, pero, por sobre todo, se reconoce con la familia de su madre: su tía y su prima.

Luis va recordando a cada instante todo lo que vivió hace más de 30 años en esa misma casa (la de su tía), en ese mismo pueblo (el de su madre), ante los franquistas (el esposo de Angélica) que nunca quisieron saber que pasó en verdad. Ellos, más que olvidar, prefieren no conocer nada; así, cuando se nombra al poeta Antonio Machado se lo desconoce, es preferible no tocar la herida.

En 1974, cuando la censura va desapareciendo en su país, Saura se anima a presentar este manifiesto de reivindicación del padre de Luis, sobre la misma madre (España), y pone sobre la mesa la discusión silenciada de aquellos años. El film comienza cuando los padres de Luis lo dejan con su tía en Segovia durante el verano, mientras ellos están en Madrid: el padre posiblemente es un militante del Frente Popular y esto es algo que no gusta en lo absoluto al interior de la familia de la madre, por esto lo que representa el julio del 36 adquiere otras dimensiones, que tras la figura de un niño conserva una distancia apropiada para evitar juzgar algo, más aún cuando Luis-niño se encuentra entre uno y otro bando.

Un amor de siempre se hace presente en cuanto vamos descubriendo la infelicidad que vive Angélica junto a su marido, quien se presenta como un hombre común, alguien a quien no le interesa mucho la vida, sino sobrevivir, un mediocre que engrosa las filas de los asalariados. En el mensaje profundo del film se nos dice constantemente: hay que escapar de esto, es posible cambiar las cosas; y por otra parte se nos recuerda que ya es tarde para volver atrás, que todo está hecho, se muestra una vez más que las heridas son muy profundas y cada uno de los personajes lo sabe.

Aquí es donde se cruza el pasado y el presente, aunque a lo largo del metraje se pierde constantemente la condición del tiempo entre lo que ha pasado y aquello que está sucediendo, hay profundos momentos de reflexión sobre el diálogo entre los tiempos (1936 y la década del 70, cuando Luis vuelve a Segovia) y los espacios (las dos Españas). La prima Angélica es una obra de plena vigencia, incluso podemos ver su influencia en producciones más recientes, como Kamchatka (Marcelo Piñeyro, 2002), El día que mis padres se fueron de vacaciones (Cao Hamburger, 2006) o La culpa es de Fidel (Julie Gavras, 2006). La película de Saura es simplemente imprescindible a la hora de ver el cine español.


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