martes, 16 de noviembre de 2010

Sobre Barcelona (un mapa) de Ventura Pons (critica)



Pablo Lavayen

Fue la incivil imaginación de cierto escritor que concibió la posibilidad de descubrir la silueta de su rostro en el mapa de sus propias ficciones. Lo que resulta incivil en esta imaginación es la posibilidad de ficcionalizar aquello que por sí mismo ya posee el estatus de real: decir lo que ya se ha dicho, una y otra vez. Ya desde el título, el film Barcelona (un mapa) de Ventura Pons comete la soberbia de creerse capaz de decir una totalidad (Barcelona) en tan sólo una hora y aproximademente media hora, en tan sólo una historia; a fin de cuentas, en tan sólo una habitación, un solo ojo. Recordemos, por ejemplo, aquella obra fallida de Fellini sobre Roma.

¿Y acaso una cartografía urbana, tal cual es concebida en el sentido común, no es más que un compendio de exterioridades o, tal como podría sugerir Pons, un panorama irreal (pues no hay nada más irreal que el ojo de un helicoptero)? Y es que la cartografía cinematográfica que Pons traza a propósito de Barcelona irrumpe como la posibilidad de decir la totalidad a través de la intimidad. Lo escandaloso de tal proposición es que no podría conducir más que a la anulación de todo sentido de comunidad: entonces habría que optar por el ascetismo del ermitaño, despedir a nuestros inquilinos y morir solos.

Todo esto es dicho por la obra de Pons y, sin embargo, también lo contrario. Se pone en escena ambas cosas a la vez al apropiarse del diálogo como la principal fuente de narración. Al observar las cinco conversaciones que componen la película podemos imaginarnos a una cierta Barcelona en un cierto tiempo bajo ciertos puntos de vistas. Pero eso es cuestión del espectador, pues lo que en fin importaría en tal puesta en escena es la propia conversación: cada experiencia no tendría más sentido que ser dicha como un recuerdo. Luego, tras una breve e imprudente reflexión, podríamos comprender que no se trata de la Barcelona de los personajes sino la Barcelona concebida por Pons, con toda su enfermedad y esplendor. Tal reflexión resultaría imprudente porque si uno es capaz de llegar a tal afirmación no hay más que un paso para decir que también esto que se dice no es más que la imaginación del que la escribe. Soberbia suposición: imaginar que la ciudad no es más que una imaginación secundaria y que al fin de cuentas lo que hay es el diálogo eterno ante el espejo. Riesgoso decir más.


Este es un contenido del Proyecto


Criticas, notas, ensayos y foros en

Cinemas Cine

Fotogenia Cine

Martes de Cine Español en la red en Facebook

No hay comentarios:


I made this widget at MyFlashFetish.com.