martes, 24 de agosto de 2010

En la intimidad de una butaca: Al espectador no le gusta el cine

Por: Sebastián Morales

Si hay algo que distingue a los investigadores de cine, es por supuesto, su cinefilia. Todos aman ver y analizar las películas según diferentes perspectivas, se ama el cine y por tanto se intenta, de manera teórica - ya no sólo como simple espectador - absorber todo lo que una película puede dar de sí misma. En este afán, en este intenso amor por el cine, los investigadores dejan un enorme vacío: no se analiza la otra parte del cine, la que hace posible que podamos ver más y más películas: el espectador. Por suerte, Pablo Ponce, en su libro: En la intimidad de una butaca: los espectadores y sus hábitos de consumo, llena ese vacío enorme en la bibliografía boliviana especializada.

Uno de los puntos centrales del libro, radica, como dice su título, en la forma en que los espectadores consumen una película. Las observaciones de Ponce son reveladoras, no sólo para entender el fenómeno cinematográfico en Bolivia, sino también para aplicar políticas culturales adecuadas a nuestro muy especifico entorno, que tiene pautas muy diferentes a otros contextos.

Estadísticamente, Ponce demuestra que a muchos espectadores, sean de la clase social que sean, lo que menos les importa cuando van al cine son las películas. Una minoría llegan temprano a las exhibiciones, un grupo enorme entra y sale del cine cuando necesita o quiere, y los entendidos en alta cultura, según Ponce, no sólo van a ver sino que también van a hacerse ver. Esta figura se completa cuando el autor analiza a los espectadores mayoritarios: los jóvenes. Según Ponce, el cine, para muchos pertenecientes a este grupo, es parte de un ritual más grande, que se complementa con otro tipo de actividades, tales como tomar un café o dar un paseo. El cine, es, por tanto, un acto social y de sociabilidad, la película es una mera excusa para verse con los amigos o coquetear con la novia (esto se demuestra en el hecho de que muy pocas personas van al cine sabiendo la cartelera de antemano).

El estudio se hizo antes de la aparición de las multisalas en La Paz. Es ahí, sin embargo, en donde la teoría de Ponce debe verificarse; en el éxito o fracaso de este nuevo estilo de ver películas. En la obra, el autor pone en duda el hecho de que los espectadores paguen una entrada a un multicine, cuando uno se puede comprar 3 o 4 películas piratas. Sin embargo, las multisalas parecen funcionar, y ello más allá de sus precios por el hecho de que satisfacen una necesidad primaria del espectador: la socialización y la posibilidad de completar “la salida al cine” con otro tipo de actividades sin necesariamente salir de un mismo complejo.

Ciertamente esta afirmación que aparece de forma explícita en algunas secciones del libro y en otras de manera implícita (empezando por la provocadora contratapa), debe suscitar muchas preguntas a los directos relacionados con la actividad cinematográfica. ¿Cómo hacer una película si se sabe que el público objetivo, salvo excepciones, no está realmente interesado por el cine? ¿Si el público mayoritario, es adolecente, se debe comenzar a hacer teen movies al estilo americano? ¿Cómo manejar un cine en esas condiciones? ¿Cómo hacer una película que equilibre los intereses y motivaciones del público con la necesidad del director de hacer un trabajo auténtico?

El libro de Ponce, como todos los buenos libros, nos da pocas respuestas pero una infinidad de preguntas que invitan al debate, poniendo nuevos temas sobre el tapate y sistematizando la comprensión de otros ya conocidos.

1 comentario:

Dialoguista dijo...

Aaaaaaa es verdad, uno que va a se devora la película, olvida a veces que hay un sinfín de otras razones por las que la gente va al cine. ;-D


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