Por: Pablo Lavayén
Podríamos suponer que la memoria está construida de la misma manera que una ficción. Entonces, películas como La doble vida del faquir de Elisabet Cabeza y Esteve Riambau vendrían a ser capaces de dejarnos lecciones vitales. El hecho neurálgico de este film se remonta a la época de la guerra civil en España. Específicamente, al año 1937 cuando, en plena guerra civil, Felip Sagués, un cineasta amateur, y un grupo de niños de un orfanato llevan a cabo la filmación de una película de aventuras titulada “Imitando al faquir”. Alrededor de esta hazaña se teje el desarrollo de la película que, en formato documental, va investigando los trazos dejados por los sobrevivientes. En verdad, sin embargo, primero trata de una aventura íntima de una hija que anhela reconstruir la memoria del padre que nunca conoció.
Se inicia la historia junto a un grupo de niños que es invitado a ver el film “Imitando al faquir”. Se trata de un grupo especial pues son huérfanos que en la actualidad viven en el mismo orfanato en el que se habría realizado el film. Así pues este primer gesto resulta fundamental porque también es una invitación hacia el espectador anónimo que es cómplice con los realizadores en su contemporaneidad. Este recurso al presente también nos dice que la búsqueda que se realizará en el pasado no es ingenua pues reconoce desde un principio que la base para dicho desplazamiento es el reconocimiento del presente. De ahí en adelante toda la narración tomará en cuenta este reconocimiento. La modalidad que se elige es la del juego de contrastes entre el pasado y el presente.
El pasado específicamente representado por la proyección de fragmentos del film “Imitando al faquir” y el presente por el testimonio de los sobrevivientes. Aquello que acentúa con mayor insistencia dicho contraste es la fidelidad al espacio representado. Es decir, se transportará a los entrevistados al espacio privilegiado de su infancia: el orfanato y los alrededores de Sant Juliá. Entonces veremos, por ejemplo, a un grupo de antiguos estudiantes, ahora ancianos, sentados en la misma aula de su infancia y llevando a cabo un intenso ejercicio de rememoración. Tal vez el momento de mayor intensidad ocurre cuando se reúne a los dos protagonistas del film “Imitando al faquir” en un espacio que antaño habrían compartido. Dicho método de contraste tiene como consecuencia un cierto desorden en la narración de la historia. Pues de lo que se trata, a pesar de ser formato documental, es de narrar una historia, de reconstituir una memoria perdida a través de la ficción. Esto no quiere decir que se trate de una narración alejada de la verdad. Sin duda que la verdad está ahí, representada en el film “Imitando al faquir” pero se la reconoce como inaccesible, ya pérdida para el que no la vivió. Entonces la opción que los realizadores de este documental toman es la de, no tanto recuperar el pasado, sino de tejer una memoria desde el presente, es decir, desde aquello que todavía es posible.
Entre todo esto no se puede dejar de lado el trasfondo del documental: la guerra civil española. Entonces, tomando esto en cuenta podríamos decir que el mayor contraste que dibuja la película es el de narrar una historia de la felicidad en un contexto de sufrimiento. Se habrían hablado de posibles lecciones vitales que nos podría dejar esta película pero lo más conveniente es saber no decirlas y dejarlas a disposición del afable espectador.
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