El año pasado, Alberto “Chicho” Durant, el reconocidísimo cineasta Peruano, presentó en Lima un pequeño libro sobre la piratería en el vecino país. Este trabajo titula: ¿Dónde está el pirata: Para entender el comercio informal de películas digitales en el Perú”. Y aunque el título es muy llamativo, no logra expresar toda la riqueza que contiene el libro en un poco menos de un centenar de páginas.
Es que no se trata de entender la piratería en el Perú; no se busca llegar a las bases económicas, sociales, culturales y políticas, que permiten que en ese país se haya desarrollado una verdadera industria de películas ilegales, tan grande, que hasta se apropia de las calles paceñas. La intención de Durant es otra: hacer un pequeño manifiesto en defensa de este tipo de películas.
Resulta curioso, podrá afirmar el lector, que sea un cineasta quien se ponga a defender la piratería. Es lugar común decir que son los implicados en la producción de filmes los que resultan afectados por esta práctica tan común en nuestros países. Es más, como señala el propio Durant, a los piratas (tanto vendedores como consumidores) se los trata, en todas las legislaciones del mundo, de ladrones, roban a los cineastas. Sin embargo, Durant demuestra en sus páginas que no es así, que nadie verdaderamente es afectado por la piratería puesto que los productores cada año que pasa venden más, al mismo ritmo que la venta de películas ilegales aumenta, de forma tan vertiginosa que ya es imposible (e innecesario) no convivir con ellas.
No es éste el espacio para desarrollar las interesantes argumentaciones que tiene Durant a favor de la piratería y, por tanto, esa parte la dejaré intencionalmente al aire. Lo que sí es bueno recalcar es la intención del autor. En los países del tercer mundo, en donde tener una colección decente de filmes originales es algo absolutamente irrisorio, debemos recurrir a otras formas de adquisición de películas. Un cineasta debe ser por supuesto un enorme consumidor de filmes, por tanto, debe comprarlas en la piratería. Es así que resulta completamente contradictorio que los involucrados en el cine peleen en contra de la venta ilegal de filmes. Es el gesto contrario el que hace tan interesante el libro de Durant: reconoce la importancia que tiene la piratería, y lo ridículo que resulta limitar el acceso a la cultura audiovisual en beneficio de unos pocos, quienes, dicho sea de paso, viven en el norte.
Así pues, el libro de Durant es imprescindible: no sólo para comprender los efectos positivos que tiene el consumo de películas ilegales (tanto desde una visión económica como de una humanista); sino también para desmitificar esa opinión que se nos ha impuesto, que dice que los productores son los grandes perdedores con la piratería. Durant hace un pequeño manifiesto que tiene que ser leído para tener otra perspectiva de las cosas.
3 comentarios:
Ya lo descargué porque me late que es un manifiesto que debe tener unos cuantos conceptos que siempre he defendido!! Gracias por compartirlo porque leía la nota y ya me preguntaba cómo conseguir el libro!! jeje.
Yo también soy pirata
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