Por: Luis Mérida Coímbra
Alfredo, el fiero Medrano se fue combatiendo al pie del cañón. Era un hombre que con pasión vivía la vida. Trabajó centralmente como escritor de cuentos, de fabulas, acido critico de los problemas del medio ambiente con su seudónimo de “Urbano Campos”. Con el grupo Wallparrimachi de Cochabamba confeccionó varios guiones y sirvió de guía espiritual y técnico en varios años de existencia de este centro.
También apareció en el canal 11 de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS). Nació en 1944 y cayó fulminado en lides espirituales el año 2005 en la ciudad de Cochabamba, sus amigos lo velaron y en plena misa la banda Municipal interrumpió el tedeum tocando la Huérfana Virginia, que despertó a todos los santos, ángeles y arcángeles del templo y puso en vilo a los dolientes.
Escribe Ramón Rocha Monroy “Periodista, escritor, dibujante y caricaturista. Desarrolló un discurso temprano de defensa del medio ambiente y de los árboles en los diarios Prensa Libre y en Los Tiempos, donde escribió la columna “Una imagen, unas palabras” y luego “Reflexiones bajo el molle”.
Su vida y su obra apasionan por su virtuosismo y su empeño de no dejar horas libres: trabajaba, escribía, soñaba, vivía en ocio creador. Narrativamente –dice Wilson García Mérida- “era una extraña mezcla de reportaje imaginario y ficción historicista que abre un espacio libre a la reflexión existencialista, a la protesta ética y a la creación puramente literaria con toques de escritura pulp, humor negro y suspenso…”
Querido por las viejas vanguardias, respetado por las nuevas generaciones, en Alfredo se veía la tradición y la modernidad, su hablar siempre rejuvenecía al interlocutor, Luís Ramiro Beltrán tuvo una larga tertulia con este caballero en el restauran “Los Cantaritos” en una lid de campo-amor y anecdotario sobresaliente y lúdico, trataron sobre versiones y diversiones del periodismo en Bolivia.
Continua Rocha Monroy “Fue editor de revistas y suplementos que ilustraba con el seudónimo de Skorpio, entre ellas números de la Revista de Cultura, de la Alcaldía de Cochabamba, y Letras Bolivianas, de la Universidad de San Simón, donde fue Jefe de Imprenta. Fue también vicepresidente del Concejo Municipal. Como animador cultural, hizo una inolvidable serie de coloquios sobre temas tradicionales de Cochabamba, entre ellos la chicha y la cocina regional, que culminó en el Iº Festival de su género, que se celebró en 1986 en el Campo Ferial. Rescató, entre otras, las tradiciones del piano vertical en “Los Cantaritos”, una quinta que abrió junto a su madre y sus hermanas, y las ferias gastronómicas, que hoy menudean en su memoria. Si hoy varios restaurantes y quintas recuperaron la vieja tradición de la música en piano es gracias a la semilla que dejó Alfredo.”
Su escritura conserva su fuerza con esa prosa tersa y cristalina: “ Era un referente único para las demandas culturales de las provincias, como la Feria del Charango, de Aiquile, o la Feria de la Manzana, de Vinto o el movimiento cultural Itaphallo, de Quillacollo. Munícipes y animadores culturales lo buscaban continuamente para promocionar sus iniciativas. Murió el 17 de abril de 2005, un sábado de gloria, y se enterró un domingo de resurrección”.
Te rendimos postrer homenaje como comunicador, tan preocupado por la modernidad audiovisual como nostálgico por las otredades de la escritura de la campiña, de sus coplas y romanceros, de sus rosedales, de sus mayorazgos...
El epitafio en su tumba dice: “Amó los molles, las jarkas, los chilijchis, la vida amable, el vino y la tertulia, Vida y obra consagró a la expresión justa pero la fe en el amigo fue su virtud maestra.”
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