Por: Claudio Sánchez Castro
Se puede decir que la crítica cinematográfica en Bolivia, tuvo su gran auge en la década del setenta. Esto responde al trabajo incansable, que en La Paz realizaron personalidades tan importantes dentro de la historia contemporánea para la formación de públicos como: Renzo Cotta, Amalia de Gallardo y, sobretodo, el sacerdote jesuita Luis Espinal. Ellos formaron una generación joven muy prolífica, que supo hacer de la crítica un oficio más responsable otorgándole a este trabajo una categoría diferente, que hasta ese momento no había alcanzado en el país, así la crítica logró convertirse en algo útil para la sociedad.
La creación de los primeros Cine Clubes en el Cine 16 de Julio, encabezados por el ya mítico Cine Club Luminaria que Espinal conducía, fueron el germen de la explosión de nuevas firmas que empezara a trabajar en distintos matutinos paceños (Presencia, Hoy, El Diario). Entre quienes dicen presente en esta época, se encuentran Carlos Mesa y Alfonso Gumucio Dagrón, ambos hicieron los aportes más importantes a la historiografía del cine boliviano, con la publicación de sus libros: La Historia del Cine en Boliva (Gumucio, 1982) y La Aventura del Cine Boliviano (Mesa, 1985). También formó parte del Cine Club Luminaria el hoy director de cine, Rodrigo Ayala Bluske.
Otro de los impulsos que merecen ser reconocidos para una breve introducción a la crítica cinematográfica en Bolivia es la publicación de los Cuadernos Críticos. Editados por la Editorial Don Bosco, estos trabajos permitieron al espectador común hacerse de armas para poder acercarse de mejor manera al discurso estético de los films. Catorce Cuadernos fueron publicados y doce de ellos escritos por Luis Espinal, entre los que se destacan se encuentra Conciencia Crítica ante el cine (1976).
Fue en la década del setenta (1976) que se creó la Cinemateca Boliviana. Ahora que ya existía un espacio propicio para el visionado del cine, la realidad se transformó. Vivimos así, el inicio de un trabajo que a la cabeza de Pedro Susz y Carlos Mesa, ayudo al fortalecimiento de la formación de públicos. Poco a poco los asistentes frecuentes de las sesiones de la Cinemateca fueron posicionándose en el medio de la crítica cinematográfica boliviana en las décadas posteriores. Se trata de rostros jóvenes que trabajaron entre los ochenta y los noventa. Los nombres que se destacan en este son los de: Julio Peñaloza y Mauricio Souza, este último publica la columna semanal Ocho y medio en el matutino Página Siete (La Paz), un espacio dedicado a la crítica y la discusión del cine en Bolivia.
Entre quienes se han mantenido en vigencia desde la década del setenta, Pedro Susz es el crítico con el mayor aporte a la discusión del cine, sus columnas en la prensa desde más de tres décadas ilustran a nuevos públicos y acompañan a quienes ya reconocen en él a una de las voces más autorizadas en el tema. Susz no sólo trabajó en periódicos, sino también en radio (Radio Cristal, y otras) y en Televisión, insistiendo, desde donde podía, en su labor incansable. Él fue el director de la Cinemateca Boliviana durante muchos años, y junto a un equipo de personas interesadas en el apoyo a la cultura cinematográfica en el país consiguieron en 1992 la aprobación de la ley del cine, y en los 2007, la inauguración de la sede propia de esta institución en La Paz. Además ha publicado varios libros que contribuyen al fortalecimiento de la cultura cinematográfica en Bolivia.
Sin embargo, algo que hay que tomar en cuenta en el análisis de la época dorada de la crítica cinematográfica en Bolivia, es el gran quiebre que se da en 1980 con el asesinato de Luis Espinal por órdenes de la que luego sería la narco dictadura militar de Luis García Meza (1980-1981). Este punto de inflexión, representó un gran golpe para la generación inmediata que quedó a la deriva, luego de la decadencia de los Cine Clubes y el ocaso de las instituciones aglutinadoras del debate, la realidad cambió drásticamente.
La dictadura hizo que todo fuera perdiendo fuerza de a poco, y la democracia del neoliberalismo fue testigo de la crisis más aguda de la crítica cinematográfica. Esto fue una consecuencia de las condiciones sociales que el país vivió entre 1982 y 2002. El rasgo más importante en esta coyuntura, puede ser visto en un estudio a profundidad de la crítica escrita sobre La Nación Clandestina (Jorge Sanjinés, 1989). Estrenada el 22 de marzo de 1990 como un homenaje a Luis Espinal a diez años de su asesinato, la película de Sanjinés no fue leída en su total dimensión como consecuencia del debilitamiento de la formación de críticos en ese periodo. Es así que una de las mejores lecturas corresponde a Silvia Rivera, socióloga, y no así a un especialista en la crítica.
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