El próximo lunes 22 de marzo se cumplen 30 años del brutal asesinato de Luis Espinal. Con el pasar de los años se ha confirmado que este acto sin nombre fue organizado por Luis Arce Gómez, bajo las ordenes de Luis García Meza, quien meses después se convertiría en uno de los dictadores más desalmados de la historia contemporánea de Bolivia.
Raul Beltrán (RB).- Estábamos haciendo nuestras primeras experiencias de teatro (Teatro La Puerta) en Ciudad Satélite, un barrio marginal de El Alto. Era 1976, previo a la caída de Banzer, y estábamos popularizando el Taller de Cultura Popular (TCP). En esos años de formación, cuando empezabamos a entender qué era el teatro y todo eso, se aparecieron el Padre Luis Espinal y Maritza Wilde, hoy directora del Fitaz (Festival Internacional de Teatro de La Paz). Con Luis Espinal tuvimos la experiencia de hablar sobre dramaturgia, sobre la acción, y producto de esa experiencia hicimos teatro leído, porque la idea de lo que trabajábamos con Espinal era el tono, el trabajo con el actor, eso fue muy lindo. Otra cosa interesante de Espinal fue cuando lo vi en la huelga de hambre que se instaló en el periódico Presencia (1978). Recuerdo que llegamos ahí con otro cura, el que llevó a Espinal a Ciudad Satélite, Benito Fernández. Fue entonces que alguiende Derechos Humanos llegó y dijo que el regímen iba a caer y que darían a los huelguistas el Cóndor de Los Andes. Espinal dijo “ojalá que nos lo dieran al spiedo”.
SZ.- ¿Como pedagogo, que recuerda de Espinal?
R B.- Espinal era alguien que no se guardaba las cosas para él, uno lo veía de encuadernador, de profesor, de periodista, él tenía ganas de enseñar todo lo que sabía, y por eso creo que llegó al Don Bosco en Ciudad Satélite, porque en ese entonces era lo marginal. Él estuvo ahí porque tenía ganas de enseñar.
R.B.- Sí, yo creo que su legado es el convencernos a una generación de que el cine es lindo, que hay que hacerlo, fue un animador del cine, un motivador de cineclub como el Luminaria, él tuvo mucho que ver con la creación de la Cinemateca Boliviana, mis primeras ideas que tuve de cine seguro que vienen de sus cuadernillos de cine.
RB.- Y no sé, pero como pasa con toda generación, hay tipos que siempre están animando a hacer cosas, gente que anima para pensar, además la tragedia de su muerte ha sido muy fuerte. Yo sólo lo ví en los tiempos necesarios, creo que en Bolivia compartió mucho, y con muchas personas, gente del cine, de la fe, del periodismo. Compartió siempre, sin pensar que la gente en un futuro iba a estar hablando de él. Yo creo que era como estos genios que hacen nomás, que no reparan en lo que están haciendo, él no se guardó la vida para nada, gasto la vida enseñando, “hay que gastar la vida” era algo que él siempre decía.
R.B.- Tal vez con sus propias palabras: vivir. La mayor justicia que podemos hacerle, y también a muchos mártires de la democracia, es el de hacer, hacer cosas. Si él estuviese vivo seguro que estaría trabajando con cine, pensando sobre el cine y las nuevas tecnologías por ejemplo o con alguna cosa así.
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