domingo, 6 de junio de 2010

En la ciudad de Sylvia: "...Y en los caprichos de Guerín" (crítica)



Luis Velasco


De cuando en cuando uno se topa con obras que si tuviéramos que acomodarlas en un estante por lo que dicen o por lo que quisieran decir, o aun por lo que uno cree que dicen, no sabría donde ponerlas. En la Ciudad de Sylvia de Jose Luis Guerín me ha dejado con una extraña sensación precisamente porque aún no puedo identificar las razones por las que la he disfrutado tanto. Durante la casi hora y media que dura no hay más que el diálogo estrictamente necesario y éste no revela nada misterioso, sino más bien nos devuelve a la cotidianeidad de la historia (a la cual ya le habíamos dado un par de vueltas), como si cada historia tuviera que tener un “algo” grandilocuente que la justifique.

De buenas a primeras, y esto solamente porque la maquinaria hollywoodense nos ha acostumbrado a sus explosiones y frenéticas persecuciones en autos deportivos, la primera impresión que En la Ciudad de Sylvia nos va a causar es que es una película “lenta”, aún cuando no sepamos exactamente a qué nos referimos cuando decimos algo así, pero que usualmente es atribuible a los planos que suelen ser largos y contemplativos. Esta película está definitivamente llena de éstos, pero me parece una oportunidad excelente para hacer algo que ya no hacemos en la vida real: sentarse y mirar.

Miramos a través de los ojos de un joven artista quien disfruta de ir a tomarse una cerveza mientras dibuja a la gente que ve y las conversaciones que tienen: él está tan sumergido en las curvas de las manos, la luz que se refleja los cuellos y el cabello que cae sobre las orejas que no se da cuenta que ve a las mismas mujeres en todas partes. Su trance se rompe solamente cuando ve a una mujer que le llama la atención y decide seguirla por las calles de Estrasburgo. Durante todo el recorrido que hacen ambos personajes, nos escabullimos con ellos por callejuelas donde una y otra vez puede leerse un grafiti en las paredes que no hace otra cosa que dar la impresión que la película existe simplemente porque el director quiere darle un mensaje a alguien más.

Ahora, lo que creo que convierte esta historia en encantadora es la idea de que el personaje de Xavier Lafitte, “Él”, ha vuelto a Estrasburgo luego de 6 años con la idea de encontrar a Sylvia, a quien parece reconocer en “Ella”, interpretada por Pilar López de Ayala (por eso la sigue). Son tres las noches que pasan y todas las mujeres son iguales para él, pero Sylvia no: ella es su obsesión y él hará todo lo posible para encontrarla de nuevo. ¿Y es que acaso no es eso lo que pasa cuando uno se siente enamorado? Solo tiene ojos para esa persona y todas las demás siempre se verán iguales.

Insisto en que En la Ciudad de Sylvia pareciera ser más producto de un capricho, pero que tiene la parsimonia que necesita, y el silencio, la lentitud, la calma que uno siente cuando cree haber visto a esa persona especial. Si han estado enamorados alguna vez, las película les va a resultar un viaje definitivamente agradable, encantadora.
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