lunes, 10 de noviembre de 2008
DÍA DE BODA (abril, 2008)
Podía haber sido cualquier día, pero este era especial. La Cinemateca Boliviana nos presentaba la primera película boliviana del año. Pero acá no se acaba la fiesta, por primera vez en esta nueva casa del cine se estrena un largometraje nacional.
Día de boda es la opera prima del director Rodrigo Ayala. Con un elenco que equilibra la experiencia de Elías Serrano y Raúl Gómez con la juventud de Emiliano Longo y Ángel Careaga entre otros, además de la bella Andrea Camponovo. Marcia (Camponovo) la novia despechada que quiere casarse a toda costa, logra transmitir junto a Careaga todo lo que sus personajes son. Virginio Lema, en el papel de un chapaco tan típico como el estereotipo de los tarijeños amables, bonachones y tranquilos sobresale por su actuación en este largometraje filmado íntegramente en la Andalucía boliviana. Lema, quien además vive una historia de amor paralela la cual resulta la mejor lograda dentro de un guión predecible, le pone el condimento humorístico tan propio del sur del país.
La película sigue el camino trazado por el cine nacional contemporáneo afirmándose como una historia del corte de la comedia romántica que prefiere que el público pase un buen momento antes que la reflexión. Este modelo ya lo hemos visto en producciones anteriores como Sena Quina (2005) de Paolo Agazzi y en ¿Quién mató a la llamita blanca? (2006) de Rodrigo Bellot. Otra de las particularidades de Día de boda es su formato digital que en los últimos años ha favorecido a la producción nacional, desde Jorge Sanjinés con Los hijos del último jardín (2004) pasando por El Clan (2006) de Sergio Calero. Técnicamente Día de boda es una película bien lograda con imagen y sonido limpios. Una forma clásica de narración lineal acompaña la historia con un pobre lenguaje que hace flaco favor al desarrollo de los diálogos.
El novio, enamorado hasta el capricho, planea un secuestro que falla en el último momento y a falta de uno son dos los secuestros cuando debieron ser tres, el espectador no logra sentirse parte de la trama por la ausencia de un momento de tensión tan alto que se complemente con las expectativas del público que apoya a su cine sin condiciones. Una que otra risa al final terminan siendo sólo muecas, un amague al cotidiano tedio de la ciudad es lo que nos deja Día de boda cuando se encienden las luces indicando que la fiesta queda ahí.
Al recibir un parte matrimonial pocos somos los que hacemos caras, sabemos pues, que estos acontecimientos no son de todos los días y que ahí nos vamos a encontrar con personas a las cuales la vida a alejado. Ahí se juntan todas las emociones de lo vivido y no falta quien quisiera ser el de la boda, pero aunque son muchos los invitados pocos son los elegidos. En este acto tan propio de las sociedades se funde en un abrazo la esperanza de un nuevo tiempo y eso es lo que Día de boda representa, un año de muchos estrenos y nuevas historias por contar que sólo el cine con su magia nos pueda traer.
Claudio Sánchez Castro
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